Expresión en la escultura- Parte 1 Introducción

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La curiosidad humana no tiene límites. Miguel Ángel y Leonardo da Vinci, en su anhelo por representarlo, buscaron en la naciente ciencia forense de su época, datos para mejorar su comprensión del cuerpo humano.

 

La búsqueda de los factores que intervienen en la armonía de un rostro o que transmiten la vida interior del sujeto, es una vieja aspiración del artista plástico.

Vamos a daros algunas herramientas para mejorar en este sentido.

En la actualidad los avances en el conocimiento de la forma en la que opera el cerebro y su influencia en la personalidad y conducta, son objeto de gran número de publicaciones científicas.
Hay una antigua idea que se resiste a desaparecer, a pesar de los reveses históricos que ha recibido y de la falta de pruebas que la ratifiquen.
A pesar de la influencia de la genética y la herencia el medio externo y la forma en la que nos enfrentamos a él, con nuestra conducta, modifica nuestra fisonomía externa.
La morfopsicología estudia las supuestas correlaciones entre las características morfológicas de la cara de una persona y el perfil psicológico obtenido de la experiencia clínica.
Los antropólogos, utilizan datos biométricos comparados tomados de humanos de todo el mundo. Su conclusión es clara: hay tanta variabilidad genética que todo puede darse. No hay diferencias claramente significativas entre razas ni, tan siquiera, entre géneros.
La morfopsicología advierte, tímidamente, que sus reglas se han establecido para la raza blanca.
El escultor necesita saber, qué dimensiones de un rostro modificar para dar mayor veracidad a la expresión del personaje que intenta reproducir, o para crear un rostro ideal y armónico.  Tener habilidades en este sentido puede ayudar a detectar los rasgos que deben destacarse en un retrato, no solo técnicamente idéntico sino con vocación de captar la psicología del personaje, es decir, transparentar algo de su mente o psique. Puede que la morfopsicología sólo nos muestre cómo prejuzgamos a una persona por su rostro. ¿Acaso no es eso lo que hará el espectador de nuestra obra?.
Podemos decir de forma inconsciente, cuando un rostro se encuentra alterado por el efecto de sentimientos como la ira, la tristeza, la alegría, el miedo, el asco, la inseguridad, la tranquilidad, el aburrimiento etc... Ocurre que un mimo puede imitar esos estados y desencadenarlos, en nosotros, simplemente con su rostro. Es la llamada comunicación no verbal, objeto de la sinergología, otra pretendida ciencia basada en el análisis de miles de horas de grabación en video.
No en vano la evolución ha dotado al rostro humano de 38 músculos subcutáneos. Sabemos, gracias a la Ciencia, que somos capaces de interpretar ligeros cambios de posición de los mismos.
El diseño gráfico ha descubierto algunas de las propiedades expresivas de la proporción y la direccionalidad de las líneas principales, que nuestra mente es capaz de atribuir a los objetos.
Si algo define la condición humana es, la capacidad de representaciones simbólicas.  Muchos artistas incorporan mensajes cifrados en sus obras.
Todos esos elementos, a la luz de la ciencia moderna, aportan ideas sobre las que construir creaciones mejor fundamentadas y de alta expresividad.

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